LotS/La Historia/La Huida de la Princesa Illaria/Child of Heaven
Child of Heaven
Hiciste lo que tenías que hacer.
Intentas aferrarte a ese pensamiento mientras miras fijamente las desnudas paredes de tu celda, a la barrera de energía azul extendiéndose más allá de sus delgadas barras. Dan poco confort.
Una y otra vez la escena se reproduce en tu mente. Sientes tu dedo gordo pulsando el botón rojo al extremo de la palanca de mandos, ves la nave Centuriana explotando - un estallido de brillante fuego contra el negro del vacío. El sonido de su destrucción, generado en tu implante aural, ruge en tus oídos como una acusación.
Y aquí estás, en la cárcel del mismísimo centro de mando del Emperador de Sián. Cuando el crucero llegue a su destino, devolviéndote a tu planeta natal, te enfrentarás a un juicio. Los emisarios del Colectivo Centuriano hablarán en tu contra, solicitando tu ejecución.
Te tumbas y cierras los ojos, sabiendo que nunca llegará el sueño, pero intentas engañarte que sí lo hará. Entonces tus ojos se abren de par en par, cuando el mundo tiembla. De un salto te pones en pie, y otro temblor retumba a través de tu celda. Algo va mal… ¿Una colisión? Llamas al guarda, pero nadie responde. Lo que esté ocurriendo, lo ha apartado de su puesto al final del corredor.
Los minutos eternos se arrastran mientras esperan, agarrando las barras con los nudillos blancos. Entonces oyes gritos de terror y dolor en la distancia, puntuados por el inequívoco siseo de fuego láser. ¡Un ataque!
Tu mente da vueltas. Ningún enemigo podría subir a bordo del Child of Heaven, pasando sus incontables líneas de defensa. Y no había ninguna alarma de emergencia. No tenía sentido… Pero los sonidos de combate continúan, ahora más fuertes. La nave está bajo ataque, y sólo un pensamiento llena tu mente: la Princesa Illaria… ¡está en peligro!
Tiras de las barras de la celda, gritando de frustración. Luego quedas en silencio, cuando oyes pasos en el corredor. Alguien viene…
Evasión
La barrera de energía azul ante tu celda parpadea hasta extinguirse. Sólo alguien con el código de autorización podría haberla desactivado… La esperanza se inflama dentro de ti. ¿Ha vuelto el guarda para dejarte salir?
Entonces aparece ella más allá de las barras, su hermoso rostro surcado por la ansiedad.
“¡Princesa!” exhalas.
Sus ojos se iluminan cuando se encuentran con los tuyos.
“¡Rápido, cógelo!” dice, apretando un rifle láser contra las barras. “No pude encontrar la llave. Dispara a las barras.”
Un millón de preguntas saltan a tus labios. Pero coges el arma, girándola para poder meterla en la celda. Illaria se aparta, despejando tu línea de tiro.
Enfrentándose al Enemigo
Sales de la celda, empujando las barras dañadas a un lado.
“¿Qué ha pasado? ¿Quién-”
“Son los Centurianos,” replica. Ella ya va corredor abajo, con su pistola láser en la mano. Te hace un gesto para que la sigas, y aceleras para ir a su paso.
“¿Cómo subieron a la nave?” preguntas.
“No lo sé. Simplemente… aparecieron. Los sensores no los detectaron.”
“Pero-”
Quedas en silencio cuando os acercáis a las puertas que llevan al exterior de la prisión, al atrio. Ahora los sonidos del combate están cercanos. Las preguntas bailan en tu mente, intentando atravesar la confusión. Pero ahora no es el momento.
Los soldados Centurianos están fuera, de espaldas a la prisión, mientras disparan a blancos fuera de tu campo de visión. Indicas a la Princesa que se quede atrás, pero ella ya está pegada a una de las puertas de la prisión, con su arma lista para atacar. Asientes, y la sigues.
Guardando a los Guardas
En el atrio un grupo de Guardas de Sián intercambian disparos con más soldados Centurianos. Les sobrepasan en número, y varios de ellos yacen muertos. Pero los supervivientes mantienen su puesto, continuando la lucha.
“Tenemos que ayudarles,” dice la Princesa, moviéndose ya y disparando.
Un grito se eleva de los guardas en cuanto ven a la Princesa entre ellos. Se lanzan al combate con renovado vigor, desesperados por protegerla. Haces lo mismo, disparando a los Centurianos que avanzan.
Sacrificio
Un vítore inconexo se eleva en cuanto cae el último Centuriano. Por un momento hay calma, aunque el ruido distante de fuego de armas muestra que simplemente estáis en el ojo del huracán. Alrededor de vuestra frágil burbuja de seguridad, el caos sigue rugiendo.
Te vuelves al Sargento Tarik, el guardia presente de mayor graduación.
“¿Cuál es nuestro estado?” preguntas.
Sacude su cabeza, su expresión es sombría.
“La nave está perdida, capitán. Se apoderaron del puente.”
“Tenemos que recuperarlo,” dice la Princesa Illaria.
“Son demasiados, Alteza,” replica el sargento. “Necesitamos llevarla al hangar más cercano. Aún hay tiempo para sacarla de aquí.”
“No entrengaré la Child of Heaven,” dice.
El Sargento Tarik se gira hacia ti, con una mirada de súplica en sus ojos. La ves idéntica en las caras de los demás guardias. Ninguno de ellos puede empujarse a contradecir a la Princesa del Imperio de Sián, pero lees el pensamiento en todas sus mentes.
“Moriremos todos por usted, Alteza,” dices, gesticulando a los cuerpos de los caídos. “Pero no nos deje morir en vano. Si escapa a los Centurianos, estos hombres y mujeres habrán caído cumpliendo su deber.”
Ella abre la boca como para replicar, y luego la cierra. La conoces lo suficientemente bien para leer las sutiles emociones que pasan por su cara, denotando el fluir de sus pensamientos. Su sentido de la disciplina, del deber a su imperio, supera a su pasión. Asiente.
“Formad alrededor de Su Alteza y el capitán,” dice el sargento. Entonces añade, antes de que puedas protestar, “Si llegamos al hangar, deberás sacarla volando.”
Tiene razón. Eres la única persona que pilota aquí. En ese momento te das cuenta de cuán amargo debe ser para la Princesa Illaria, sabiendo que otros están muriendo para que puedas vivir.
Giráis todos juntos la esquina y cargáis a través del atrio, hacia el hangar que está al fondo. Soldados Centurianos se mantienen a la entrada, y sus láseres púrpura penetran en vuestra formación mientras corréis. El Sargento Tarik se colapsa a tu lado, muerto incluso antes de poder gritar. Disparas hacia los soldados, esperando poder eliminarlos a todos antes de que lo hagan ellos.
Comandante Rautha
De algún modo sobrevivís la andanada de láseres, e inundáis el hangar. La plataforma de entrada está cubierta de cuerpos, Centurianos y Sianos. Lucharon con ganas para controlar el hangar, los Centurianos para prevenir que su presa escapara, y los Guardias de Sián para que su gente pueda ponerse a salvo.
Está de pie entre los muertos un hombre que porta un uniforme de Comandante Centuriano. Una mueca maliciosa cruza su cara al ver aproximarse a la Princesa Illaria.
“Buen intento, Princesa. Pero no vas a salir de esta nave. No hasta que el crucero del General Rahn venga a llevarte.”
Casi tan pronto como salen las palabras de su boca, tú, la Princesa, y los restantes guardas abrís fuego. Rayos láser vuelan hacia él, pero todos y cada uno se detienen a unos centímetros de su cuerpo - el aire titila al hacer contacto con un campo invisible.
No porta ningún paquete… no hay nada en él lo suficientemente grande para ser un generador de escudo…
El comandante se carcajea ante tu confusión. Luego hace un repentino movimiento predador, aferrando al Guardia de Sián más cercano y arrastrándolo con un solo brazo. Te lanzas hacia ellos, pero antes de que puedas intervenir se oye un desagradable chasquido, y el guardia es arrojado a un lado – su cuello está roto.
“¿Siguiente?” dice el comandante.
...............
El comandante trastabilla hasta la baranda, boqueando aire, e hinca una rodilla. Ya no muestra la arrogante sonrisa, ahora su cara se retuerce de odio.
“No tengo tiempo para esto,” dice ásperamente. “¡Si Rahn quiere a la puta, puede recoger sus pedazos!”
Con un rápido movimiento agarra una granada del cinturón de un soldado centuriano. En cuanto se alza, las luces en su superficie parpadean en rojo, para anunciar la destrucción inminente. Pero antes de que pueda lanzarla, estás sobre él. Una de tus manos aferra la suya, apretando sus dedos, evitando que suelte la granada. Tu otro brazo gira en arco, estampándole tu codo en la boca. Él resopla mientras sus dientes bajan volando por su garganta. Empujado así por encima de la baranda, desaparece de vista. Un segundo más tarde abajo hay una explosión en la plataforma.
“¡Ya vienen!” grita uno de los guardas a tu espalda.
Como si puntuara sus palabras, oyes disparar armas fuera del hangar. algunos guardas se dirigen al atrio, uno de ellos gritando por encima de su hombro:
“¡Largaos! ¡Les contendremos!”
Desciendes al suelo del hangar, y te diriges a una de las naves caza de largo alcance. Ladras una orden de mando, y la puerta se abre al reconocer el ordenador tu voz. Empujas a la Princesa en la carlinga, y trepas tras ella - los guardas te ayudan desde abajo. Te estiras para ayudarles a su vez a subir. Entonces la puerta desciende, y el motor de la nave ruge al cobrar vida.
El caza se mueve hacia delante, girando hacia la barrera de energía que os separa de la oscuridad del espacio. A vuestra derecha soldados Centurianos se apresuran hacia la plataforma de entrada del hangar, habiendo logrado sobrepasar a los guardas que quedaron para contenerles. Abren fuego al elevarse la nave, sus láseres púrpura destelleando hacia vosotros. Pero poco efecto tienen sus pequeñas armas, y un momento más tarde pasáis a través de la barrera de energía.